Mar del Plata en la crisis del ’30 (III parte)

por Elisa Pastoriza


Concluye el recorrido histórico por los años 30 en Mar del Plata por parte de la historiadora Elisa Pastoriza. En los dos anteriores capítulos, se vio cómo la fuerte intervención del Estado que sucedió al descalabro económico en todo el mundo también se reflejó en esta ciudad con una sucesión de ambiciosas obras públicas, gran parte de ellas destinadas a Mar del Plata por haber sido elegida como emblema de los nuevos estilos y estrategias. En este tramo final se llega más allá de la mitad de la década del ‘40, con el primer peronismo en el poder.

El edificio del Casino concentró críticas al proyecto desde los más variados ángulos. Victoria
Ocampo clamaba contra el nuevo estilo de corte ‘sovietizante’, mientras que las elites eran forzadas a mudar sus bucólicas ‘villas’al sur ante la molestia generada por los nuevos edificios que, además de impedir la vista del mar y arrasar con los espacios verdes y el sueño de la ‘ciudad jardín’, y los ecos del ‘bullicio’ de las multitudes apiñadas. Entre los círculos opositores, las críticas se concentraba en el tema presupuestario y la ausencia de consulta por parte del
gobierno al organismo deliberativo en la toma de las decisiones. En suma, el Municipio salía perdiendo -argumentaban- pues se les había anulado de sus ingresos la tasa correspondiente
a los casinos y la apertura de fuentes de trabajo generada solventaba los manejos demagógicos de
los demócratas nacionales. 

“Por la Democratización del Balneario”

Paralelamente al esfuerzo desplegado por los responsables de la comuna, las instituciones privadas marplatenses también contribuyeron al nuevo impulso turístico. En el transcurso
de la época, el espacio público se vio entrecruzado por la acción de variadas entidades intermedias que canalizaron diferentes intereses: asociaciones empresarias (hoteleros,
comerciantes, constructores, industriales, empresa del ferrocarril, asociaciones del trabajo), de fomento del  balneario, de fomento de barrios, cooperativas, gremios, bibliotecas, etc.
La atmósfera ha quedado retratada en la memoria de muchos entrevistados, cuando la esfera pública en Mar del Plata se constituyó como un ámbito donde un sector de la población
encontraba nuevas vías de participación en la vida política y social, a las impedidas por el derecho al voto, restringido a la práctica del fraude. Así, tras la meta de abrir y democratizar al balneario, la sociedad civil –mediante diversas entidades- también generaba estrategias para resolver 
la crisis. Una de las más importantes fue la Asociación de Propaganda y Fomento de MDP, creada en 1928 y nutrida por los ‘vecinos caracterizados’de la ciudad que trabajó en coordinación
con los representantes de las fuerzas económicas interesadas en el crecimiento del lugar de veraneo, como las entidades de los hoteleros, las del comercio, ferrocarriles y las empresas
del transporte. Es interesante advertir que la integraban el amplio espectro de lo que podemos denominar la ‘élite local’: comerciantes, hacendados, propietarios de prósperas empresas constructoras, los ‘grandes contribuyentes’ que junto a políticos profesionales -socialistas y radicalesintegraron sus comisiones directivas. Si bien el tono político fue plural fue considerada en la época como una entidad filosocialista que cobijaba a los representantes de aquella corriente
desalojados del poder comunal. El despliegue de las funciones y actividades llevada adelante por la Asociación (recopilada en sus Memorias y la revista Anuario) estuvo en forma permanente respaldada por otras instituciones como la Acción Colectiva turismo de MDP, la Cámara Comercial e Industrial (ex-UCIP), Asociación de Propietarios de Bienes Raíces, Sociedad Rural de MDP, Rotary Club MDP, Sociedad Propietarios de Grandes Hoteles, Automóvil Club de MDP, Centro de Constructores y Anexos, etc. Es destacable que este programa de promoción de la ciudad convocó al conjunto de los sectores sociales de la ciudad, -gremios, entidades empresarias, asociaciones de fomento, etc.- que tomaron la problemática turística como algo propio. Es notable
la figura de Rufino Inda que , además de aumir la tarea de secretario de la Asociación, promovió desde su banca el diputado nacional la discusión de una variedad de proyectos: la Ley Nacional
de Turismo, la Ley de Vialidad Nacional y la creación del Circuito de Mar y Sierras, entre otros.
La eficacia del plan de la Asociación de Propaganda y Fomento radicó en enlazar su programa de actividades con el emanado de los poderes públicos: solicitud para concretar el último tramo de la ruta nacional Nº 2 -Dolores-Mar del Plata-, pavimentación de las calles y caminos adyacentes,
establecimiento de colonias de vacaciones, la creación del Circuito de Mar y Sierras (uniendo a MDP con Miramar, Necochea, Azul, Olavarría y Tandil) que ‘transformaría’a la ciudad en centro de un turismo regional.

Para ello se confecciona un amplio programa de difusión turística donde se pusieron en práctica las conquistas más modernas de propaganda y planes publicitarios en busca de la captación del cliente. Se alentaba el consumo de balneario mediante espacios en radios, folletería -afiches,
prospectos, tarjetas postales, estampillas, revistas-, películas documentales, agencias turísticas de informaciones, envíos de glosas y comentarios en el verano a más de 500 diarios del interior del país. Asu vez, se solicitó que el 50% de los recursos extraordinarios que el balneario producía –en especial a través de las ruletas- se destinara a la ciudad y fuera invertido en la misma,  para la mejora del alumbrado público, la construcción del Colegio Nacional, el Hospital Regional, etc.
Un hito importante para hacer posible el ingreso de veraneantes de menores recursos fue poner en marcha un sistema de venta titulado de Boletos Combinados, a precios más accesibles, por un período de menor estadía y con residencia en hoteles de inferior estatus (que además de las pensiones, abarcaban hasta las seis categorías). La “cuestión urbana” también estuvo en la mira de la Asociación. Así representó la primera institución que sostuvo la necesidad de un Plan
Regulador, suscribiendo un convenio con los urbanistas Angel Guido y Benito J. Carrasco para que se dieran orientaciones precisas a las cuales debía ajustarse el desenvolvimiento progresivo y acelerado de Mar del Plata. La idea era “de que el Plan Regulador sirviera para poner a la ciudad 
a cubierto de improvisaciones  antojadizas que afearan su natural belleza, entorpecieran su desarrollo y crearan problemas de difícil solución”. El estudio completo se llevó a cabo. Una vez finalizado, la institución lo donó a la administración municipal (intendencia de Juan José Pereda
en 1949) que nunca lo puso en práctica. El motivo: un moderno perfil de Mar del Plata se estaba anidando. Los rascacielos y los edificios de altura quebraban el viejo paisaje iniciando la conformación de una nueva imagen de la ciudad turística.

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