Del fervor del ’83 al desencanto

Multitudes entusiasmadas acompañaron en diciembre de 1983 la asunción de Raúl Alfonsín a la
presidencia de la Nación. En ese momento llegaban a los gobiernos democráticos muchos profesionales jóvenes que, después de la dictadura militar y del desastre de Malvinas, vieron en el líder de la renovación en el radicalismo una oportunidad de ser protagonistas de un cambio histórico, tras un largo camino de opresión, iniquidad y terror. Uno de esos profesionales jóvenes fue Reinaldo José Cano, el “testigo” de la historia marplatense de esta semana. Con 34 años entonces, “Canito” fue designado por el intendente radical Angel Roig como secretario de Economía y Hacienda. Roig también había asumido acompañado por una multitud que contagiaba esperanza. Desde el balcón habría de saludar a unas 5.000 personas que festejaban frente al Palacio Municipal “al compás del tamboril”. Desde entonces la trayectoria del contador Cano en la función pública habría de describir una parábola común a muchos de aquellos profesionales, que fue de la euforia no a uno sino a varios desencantos, dos de ellos producidos primero por las elecciones de 1991 en Mar del Plata, cuando siendo concejal y candidato a intendente por la UCR fue relegado por Mario Russak, y luego por el Pacto de Olivos, dos años más tarde. Aún hoy no termina de entender cómo una mayoría del electorado marplatense pudo entonces imponer de intendente al ex comisionado que había sido principal exponente del Proceso en la Comuna local; y cómo el demócrata Alfonsín había facilitado con el pacto la continuidad del menemismo. Cano hizo lo de unos pocos. Tras aquella elección que ganó Russak volvió a la gestión privada y se apartó de la carrera política.

Tiempos del Cordobazo

—¿Cuál fue su primer contacto con la militancia política?
—Podría decirse que cuando fui presidente del Centro de Estudiantes de Ciencias Económicas del ´68 al ´71. Vivimos entonces el Cordobazo del ´69 y todoel proceso de las tomas de facultades. Yo de aquel tiempo rescato el clima de camaradería que había en la Universidad. Se hacía por ejemplo la Semana Universitaria, que era una olimpíada. Ahí nos conocimos con Elio Aprile, el turco Eduardo Salas, y Jorge Petrillo, entre otros. Por entonces Juancito Garivoto había empezado Ciencias Económicas. La olimpíada duraba durante todo el mes de diciembre. Competían todas las facultades y prácticamente en todos los deportes, varones y mujeres. El fútbol se jugaba en Once Unidos y el rugby en el Club Universitario. También se realizaba
una maratón que salía de la Municipalidad y volvía a ella tras recorrer elcentro y la costa de Mar del Plata.
—Pero entonces ¿existía política partidista en la Universidad?
—No, no la había. Sí se daba una gran lucha por la participación de los estudiantes en los gobiernos de la Facultad y de la Universidad. Era la época de la Revolución Argentina, con Onganía, y estaba vedada la actividad de los partidos políticos. En el centro de estudiantes también estaban Mauricio Irigoin —mi compañero de siempre, desde que íbamos a la primaria en el Peralta Ramos— Rodrigo Tellechea, Juan Carlos Nigro, Mario Balbuena.
—¿La militancia tampoco estaba ideologizada?
—Sí, las ideologías estaban en juego, pero existía mucho contenido gremial estudiantil. La Universidad por entonce sera provincial y un deseo para la pelea era la nacionalización del título, también discutíamos las mesas de exámenes y el tema edilicio, ya que las carencias en este sentido eran muy grandes.

Violencias antes de la violencia

—¿Y la violencia no había aparecido aún?
—Con lo que ocurrió después, tal vez alguien dude en llamar violencia a la toma de una facultad, al clásico de romperles los vidrios a la corresponsalía de Clarín o al Banco de Londres (donde ahora está el HBSC), tirarles bolitas a los caballos o romper el parabrisas de algún patrullero. Todo cambió con la muerte de Silvia Filler. Fue shockeante. No se nos cruzaba por la cabeza que mataran a unestudiante. Fue gente de la CNU.
—¿Y tras el golpe?
—Me recibí a los 22 años y era ayudante graduado en la Facultad en Contabilidad I y II. Fue la época en que la Facultad estaba en Maipú y Marconi y venían los militares y nos levantaban las clases y estábamos horas en la plaza mientras nos iban pidiendo los documentos.
—¿Cuándo votó por primera vez?
—En 1973 y voté por Oscar Alende.
—¿Entonces ya participaba de alguna actividad partidaria?
—No, hasta el ´82, hasta después de Malvinas no la tuve, pese a que mi padre había sido concejal por el socialismo. Después del ´82, en el Hermitage comenzaron a desarrollarse todos los viernes charlas de ex políticos. Comenzó a moverse todo (lo político) por entonces. Una de ellas la dio a Alfonsín. El encarnaba la renovación del Partido Radical y transmitía fuerza, empuje. Yo lo había conocido a Alfonsín en setiembre de ese año en la casa de Manolo Cicalesi. Fue así como en diciembre de 1982 me afilié al movimiento de Renovación y Cambio de la UCR. En las elecciones de 1983, el radicalismo logró 14 concejales. Nadie esperaba tanto. Yo entré octavo pero luego me convocó Roig para la Secretaría de Economía y Hacienda.
—¿Usted estuvo de acuerdo con que Roig asumiera un segundo período como intendente?
—Yo soy un ferviente partidario de que gos. Si las cosas se hicieron bien hay que retirarse del cargo, y si hay reelección siempre en esa segunda parte hay medidas antipáticas que tomar.
—Después sería usted candidato a intendente.
—Sí. En la interna de la UCR le había ganado a Saggese y a Aprile pero después tendría una desilusión. En la general ganó Russak, que había sido comisionado durante el Proceso, en una gestión con la que la Municipalidad contrajo deudas impresionantes —por la compra de la Villa Ortiz Basualdo, y por la obra de Mogotes, entre otras— que después tuvimos que afrontar nosotros (en el gobierno radical). Además de lo que representaba, Russak tampoco vivía en Mar del Plata.

Democracia bien difundida

—¿Hoy sigue creyendo en los mecanismos democráticos?
—Sí, sigo creyendo, pero pienso que esos mecanismos requieren de formas de difusión apropiadas. Cualquier ciudad necesita una adecuada administración y normalmente no se le presta mucha atención al aspecto técnico de gestionar una institución. Se piensa sólo en lo que es políticamente conveniente. Creo que la administración pública en general necesita de un cambio. En los ´90 lo decía en el libro “Descentralización, un instrumento para el cambio estructural”. Hay que encarar reformas estructurales que permitan lograr eficiencia. Hoy vemos, lamentablemente, una tendencia a centralizar todo. Lo vemos en la Nación, en la Provincia y en la Municipalidad.
—Siendo usted secretario de Economía en los ´80 hubo retiros voluntarios en la Municipalidad, ¿no?
—Sí, el primer retiro voluntario lo saqué yo. Es algo que no es costoso en la medida en que después no se reemplace a todos los que se fueron. Pero aquí si se sacan 100 luego entran 150. Es lo que ha ocurrido con todos los retiros voluntarios. Y ha pasado que se fueron algunos buenos que consiguieron trabajo fuera de la Municipalidad y sé que quedaron quienes no lo consiguieron.
—¿Cuándo y por qué se aleja de la política?
—Tomé la decisión el 8 de setiembre de 1991, no bien perdí las elecciones con Russak. Pensaba y pienso que quien pierde una elección debe dejar paso al recambio.

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