Una "Mar del Plata española", a principios del Siglo XX

“A principios del Siglo XX, pintorescamente hablando, teníamos una Mar del Plata española”. La historiadora María Liliana (Mari) Da Orden avala su expresión con un dato bien demostrativo: en 1914, por ejemplo, la villa balnearia que tenía ya aspiraciones y problemas de ciudad contenía a una población de 25 mil habitantes, en la que uno de cada cuatro había nacido en alguna región española. Da Orden, investigadora en Historia de la Universidad Nacional de Mar del Plata, se ha especializado en el estudio de la inmigración, en principio tanto la española como la italiana, aunque en los últimos años acentuó su trabajo respecto de la primera.
A su formación le agregó investigaciones que siempre le demandaron una tarea ardua y paciente. Por ejemplo, años atrás y durante meses relevó con dedicación exclusiva el Registro Civil de Mar del Plata, buscando los asentamientos de matrimonios de españoles y de sus hijos entre 1890 y 1930. Luego habría de formar una base de datos con la impresionante cantidad de 8.000 registros con un promedio de 8 individuos cada uno. Su búsqueda incluyó nume rosas entrevistas y hasta viajes a España, donde recorrió y compartió la vida en las aldeas desde donde, a fines del XIX y principios del XX, partieron aquellos “gallegos” no resignados a la adversidad de su tierra en ese tiempo.

Llegaron para quedarse


En un camino que aún no tiene fin y que, tal vez por ese ánimo de indagar a fondo nunca lo tenga, Da Orden llegó a varias conclusiones: “la inmigración española se diferenció respecto de la italiana en que desde España llegaron más g rupos familiares, no pocas veces completos. En cuanto a los italianos predominan los arribos de los varones solteros o solos”. Comparativamente se quedaron más españoles que italianos ya que entre éstos se registra un mayor número de retornos al origen.
Funcionaban entonces las que los historiadores llaman cadenas de inmigración. Unos llamaban a los otros, por carta o al volver a la península por un tiempo, dándoles seguridad de que aqui había trabajo y mucho por hacer. Esto explica por qué se dan casos como el de Pola de Gordón -un conjunto de 15 aldeas en las montañas del norte de León- de donde eran originarios nada menos que 300 habitantes de Mar del
Plata en la segunda década del XX. Los españoles de aquella ola inmigratoria habrían de formar familias numerosas que hoy los especialistas, en especial los demógrafos, representan en curioso estilo matemático. Por caso, para Buenos Aires, Susana Torrado precisa en 4,6 el número de hijos por mujer casada. Para Mar del Plata, Da Orden determina un número más elevado, de 5,5, y aclara: “hablamos de familias que pueden tener de 4 a 10 o 12 hijos, y sin contar a los fallecidos porque la mortalidad infantil es muy elevada hasta
avanzados los años 20 y qué decir de fines del XIX”.

Familias extensas


Estas familias numerosas se nucleaban en torno de la casa de los progenitores. “Es muy frecuente -dice Da Orden- que los padres lograran que los hijos, cuando se casaban, fueran a vivir en la casa de atrás o en el terreno de al lado, o en la otra cuadra. Es decir que aquí buscaron de este modo recrear esas familias extensas propias de la sociedad de fines del Siglo XIX, que suponemos rural y tradicional”.
¿Estos grandes grupos familiares, en los que se pueden encontrar hasta veinte primos o tíos en la misma franja de edad criándose pr·cticamente juntos, permitieron a los españoles realizar el sueño de “hacer la AmÈrica”? ¿Fue su forma de adaptarse a los cambios? ¿Cuánto la historia de Mar del Plata, su crecimiento, sus transformaciones a veces vertiginosas, le deben a esos “gallegos” al parecer más esforzados que los criollos, ya que generalmente se los prefería a la hora de buscar mano de obra? En fin: ¿de qué modo esa Mar del
Plata española de principios del Siglo XX está grabada en la genética de la identidad marplatense?
Da Orden se cuida de la tentación de ver el todo sólo desde el punto de su especialización. Algunas preguntas o parte de ellas todavía están por responderse. Llama la atención, sí, sobre el deseo ferviente de esos españoles por echar nuevas raíces. Buscaban ganar plata pero, siendo gran parte de ellos analfabetos, se esforzaban por enviar a sus chicos a la escuela, y esos chicos a la vez eran parte de la misma cultura -hecha de sacrificios, tradiciones, valores firmes-, aportando también al trabajo familiar. Y no olvidar, por supuesto, a la mujer que, por citar el caso de una madrileña, criaba a sus hijos, atendía a los parientes recién llegados de España, tenía una o algunas vacas, planchaba para afuera y hasta repartía leche.
Los abuelos o, para mejor decir, los tatarabuelos y bisabuelos españoles eligieron Mar del Plata por la recomendación de los pioneros, y aquí les dio oportunidades una tierra en la que, al decir de Da Orden, en aquel tiempo era un laboratorio que concentraba varios fenómenos sociales: el boom exportador de la Argentina granero del mundo, el cambio rápido desde la selecta villa balnearia hacia un mañana de turismo de masas, y esas bienvenidas ganas del inmigrante por trabajar cuando, como se decía entonces, “el trabajo es mucho y no hay brazos suficientes”.

2 comentarios:

M Carolina Lago dijo...

Muchas verdades. Como fiel descendiente de gallegos puedo dar fe de su amor a nuestra tierra, de como trabajaron y hoy en día trabajan sin descanso. Y si crecieron económicamente, lo hicieron por ahorrar, ya que los pesares vividos en España, les enseñaron a cuidar lo que tenían. Los que yo conozco, mi familia, han sido duros, muy exigentes con los suyos, pero fuertes, honestos y visionarios.

Esta mezcla de sangre europea y nativa, nos permite ser lo que somos: argentinos creativos y con mucho potencial de ser mejores, si nos lo proponemos.

Saludos, Caro.

David dijo...

Esta ciudad sigue teniendo muchos españoles o descendientes de ellos. Hay varios hoteles en mar del plata donde los dueños son gallegos o trabajan allí. Es gente muy humilde, trabajadora. Saludos