La historia reciente de Marcos Novaro


Entretevista de LA CAPITAL con Marcos Novaro, autor del libro "Historia de la Argentina/1955-2010". En esta primera entrega su pensamiento respecto de la polémica historiográfica.

por Oscar Lardizábal

Marcos Novaro es filósofo y sociólogo. El dato importa sobremanera de cara a su último libro "Historia de la Argentina/1955-2010", en el que vuelve a intentar explicar y comprender el presente de la nación desde la investigación de su historia reciente, considerando a la vez los procesos remotos y de largo plazo.
Conciente de que como cientista social "invade un poco" el campo de los historiadores y de la clásica polémica historiográfica entre académicos y revisionistas, este destacado investigador del Conicet y director de un programa de estudios en el Instituto Germani busca superar las tendencias facciosas en el relato histórico.
Pero, al llegar prácticamente hasta el hoy en su indagación, al relatar hechos cuyos protagonistas políticos se los puede encontrar a la vuelta de la esquina o verlos por la televisión, ingresa en las discusiones y apasionamiento de ese mismo presente.
Pero Novaro no le rehuye a las discusiones actuales, ya que dice: "El hecho de que haya una polémica, por ejemplo entre historiadores académicos y revisionistas, entre liberales y nacionalistas, de izquierda o derecha, es algo natural. Es de todas las sociedades. Y creo que hay que fomentarlo, no limitarlo o combatirlo. Lo que sí hay que combatir es el espíritu faccioso con que a veces se da esa polémica, en la cual no simplemente estamos discutiendo sobre interpretaciones alternativas sino que discutimos en términos de exclusión o de negación del otro, o negación de los hechos".
¿No es demasiado pretensión hacer historia hasta del presente?
---Sí...para muchos historiadores es imposible. No es parte del rol del historiador la actualidad, ni siquiera los años inmediatos sobre los cuales uno tiene una experiencia directa. Por éso, tradicionalmente, los historiadores dejaron este campo a los cientistas políticos, a los sociólogos...
---Usted es un sociólogo...
---Yo soy sociólogo y trabajo en ciencia política. Por lo tanto, soy un poco un "invasor" en el campo de los historiadores, aunque más recientemente estas divisiones gremiales se han ido diluyendo: hay una corriente más moderna, que asume que la historia reciente es parte de los objetos de estudio de los historiadores, no sólo de otros cientistas sociales. Asimismo para los politólogos y sociólogos trabajar con lo que hacen pero con una perspectiva histórica también es una tendencia creciente. Ya hay muchos politólogos que aplican sus disciplinas, métodos y teorías a fenómenos históricos, no sólo a fenómenos actuales. La tendencia es que estos campos se superponen. Es muy fuerte esta tendencia en la Argentina. Mi campo de trabajo en los últimos años, como investigador del Conicet, ha sido analizar los años recientes desde una perspectiva histórica.

No a las facciones

---En los últimos tiempos se ha reactivado la discusión entre esa corriente histórica tildada de tradicional y liberal y el revisionismo. Días atrás, en este mismo diario, Pacho O`Donell reivindicó a los revisionistas. ¿La historia reciente puede superar esta suerte de "interna" entre historiadores o que le agrega más leña al fuego?
---Pienso que son varias polémicas que están superpuestas, porque la discusión entre revisionismo e historia más clásica o académica es de muy largo aliento en la Argentina. El revisionismo tiene una característica, y Pacho O`Donell a mi entender la expresa bien, igual que otros autores, es que el debate histórico es un debate político, pero político en términos directos. No hay un espacio del conocimiento histórico medianamente separado del debate sobre posiciones políticas. Por lo tanto, cualquier relato histórico en realidad es una forma de legitimar una posición que se asume en la actualidad. El intelectual público, el que interviene en política tiene algún tipo de sostén en una posición histórica. Si ésto es así, no hay ningún conocimiento histórico que pueda ser compartido, no hay una base de hechos, de experiencias y de conocimientos que pueda ser común a distintos intelectuales con distintas posiciones políticas. Así la discusión se vuelve muy facciosa porque yo armo un relato para sostener una postura, entonces tergiverso los hechos o los selecciono muy arbitrariamente para justificar lo que digo.
---Claro así comienzan a aparecer buenos y malos, quienes niegan La Vuelta de Obligado y quienes consideran que es el símbolo de una lucha de siempre y para siempre.
---Exactamente. Entonces ya la discusión sobre hechos se vuelve prácticamente imposible. Porque si comparto las preferencias políticas de Pacho O`Donell, que le gusta Cristina Kirchner, y le gusta este gobierno, entonces leo sus libros y ahí encuentro las justificaciones de sus opciones políticas de hoy. Y si no comparto esas preferencias no encontraré nada útil en lo que dicen O´Donell y el resto de los revisionistas. Esto es una tendencia muy facciosa, insisto, y muy poco útil además para la reflexión. Es cierto que el conocimiento histórico está vinculado con preferencias políticas pero no es un vínculo mecánico, automático, y que anule el espacio de la producción académica. La investigación histórica consiste en tratar de entender hechos, desentrañar la lógica de los acontecimientos. Y ésto debe tener objetividad y consistencia propia que el debate político no deba arrasarlo. Porque si fuera así en términos políticos, se podrían suprimir los hechos, es decir los hechos que me incomodan yo los borro: y ésto es lo que hacen algunos intelectuales que no son historiadores, que son publicistas de una postura política. A veces creo que en muchos autores revisionistas la manipulación de la historia llega así a niveles extremos y se desprecia toda producción académica.
---A propósito de lo que está diciendo ¿qué le parecieron las "pinturas históricas" durante la fiesta del Bicentenario?
---La verdad que yo me sentí bastante ajeno a una postura muy maniqueda del relato histórico en algunas de las representaciones, no en todas: donde había mucho guión histórico y de relato revisionista era muy fuerte esta presencia de un discurso de "buenos y malos", es decir de exaltación de algunas figuras y de desplazamiento o menosprecio por otras figuras. Por ejemplo: Sarmiento estaba prácticamente ausente, Alfonsín se lo veía sólo de espaldas, y otros directamente estaban ausentes. Es como le decía un problema que deriva de cuando el relato histórico se usa para sostener una posición política. Y ésto puede ser legítimo pero hay que distinguirlo tanto de lo que es la producción académica y la reflexión que debe hacer cualquier académico sobre el pasado de su país y también con lo que tiene que ser el discurso institucional de un Estado. El Estado no puede embanderarse en una postura, no puede promover desde las instituciones del Estado una lectura partidista. Entonces la historia que se enseña en las escuelas se vuelve el relato que defiende la postura del gobierno de turno. Y ésto ha sido lo que sucedió en algunas épocas de nuestra experiencia política reciente, de gobierno civiles y de gobiernos militares, y creo que no debería repetirse.
---He visto sobre su trabajo una crítica favorable de Osvaldo Graciano (CONICET, Universidad Nacional de Quilmes), según la cual usted busca para reconstruír la historia reciente una pluralidad de versiones, acepta que no hay una verdad única, definitiva y sellada y que trata de poner experiencias y memoras en comunicación. De este modo la historia nacional puede tener utilidad social y ser una escuela de convivencia.
---Bueno...¡Qué tal...! Suena a mucho: no sé si logré hacer tantas cosas.
---De esa crítica favorable que le hacen yo extraigo una pregunta, si me permite.
---Claro, por supuesto
---¿Al tener en cuenta todas las versiones no hay riesgo de caer en un relativismo?
---Sí, la pregunta es interesante porque si uno quiere contemplar todos los puntos de vista, al final todo es un collage que puede no tener ninguna consistencia. Todos tendrían un poco de razón, es cierto: entonces qué sucedió, cómo se explica el proceso. Si uno le da un poquito de razón a todos, ¿no se termina en algo perjudicial para la explicación histórica? Y ésto es parte del problema que yo no sé si he podido resolver. Yo traté de ser fiel a ese problema, que no tiene una solución mágica, no es que uno, con una varita mágica, encuentra el relato histórico que deja conformes a todos. Yo espero que el libro "Historia de la Argentina/1955-2010" lo pueda leer un peronista y un anti-peronista, una persona de izquierda y otra de derecha, y que diga "bueno...este libro no es maniqueo". Con éso me conforme, y seguramente hay párrafos del libro que dejarán inconformes a todos ellos. Podrán decir este libro es un poco tendencioso en esta parte, y ya me lo han dicho, pero si en otra parte encuentra una explicación interesante que le resulta medianamente novedosa y un poco más comprensiva, y abarcativa, de las explicaciones que hasta entonces tenía, éso me deja ya más tranquilo.

Toma de distancia

---Le está sucediendo, seguramente, que al ser historia reciente, una historia que llega hasta el hoy, se encuentra todo el tiempo con gente que vivió y se apasiona aún con los hechos de los que usted se ocupa.
---Todos tenemos una posición muy formada sobre lo que pasó en la Argentina en los últimos cincuenta años, cualquier sea nuestra edad: vivimos esta etapa y tenemos opinión sobre quienes fueron los que promovieron buenas o malas soluciones para el país. Lo primero que hay que hacer es fomentar en el lector la toma de distancia: no el relativismo pero sí dispongámonos a revisar lo que, se supone, que sabemos sobre nuestro pasado reciente. Preparémonos a interrogarnos sobre las cosas sobre las que no nos interrogamos habitualmente, esas cosas que damos por sabida. De lograrse ésto ya es una contribución para el lector encuentre más de lo que ya él sabía. No quiero escribir libros que lo único que hagan es ratificarle a las personas lo que ya opinaban.

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