¿Los políticos en la Argentina siempre fueron así?

¿Los política y la políticos en la Argentina siempre fueron así?: una aparente "raza" aparte, con códigos propios muchas veces reñidos con los valores y los comportamientos naturales de la gente común. Tal el planteo que LA CAPITAL le presenta en este reportaje a la historiadora Marcela Ferrari, especialista en la historia política argentina.

Las prácticas políticas de hoy, bien intencionadas o a contracorriente de la ética, son similares a las que ya existían en los años 20, observa la historiadora Marcela Ferrari, si bien en aquel tiempo, el de las presidencias de Yrigoyen y de Alvear, otras, muy distintas, eran las condiciones del sistema político: se elegía al presidente y vice de manera indirecta, con el funcionamiento del colegio electoral, y las identidades políticas estaban bien definidas, siendo exclusivamente los partidos los que ejercían la representación de la sociedad, aún cuando fueron surgiendo ideas corporativistas que habrá de recoger el régimen de los años 30.
Marcela Ferrari es doctora en Historia por la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de Francia, destacada investigadora de la Universidad Nacional de Mar del Plata sobre historia política, y recientemente ha editado el libro "Los Políticos en la República Radical" (1916-1930).
Cuando se lee este libro de la doctora Ferrari o se dialoga con ella sobre aquellos tiempos, sobre las habilidades de los políticos de entonces para alcanzar las bancas del Congreso, surge rápido en el periodista el dicho de que "casas más, casas menos..."
Llevar gente a votar ya venía de antes, desde el siglo XIX, y se acentuó cuando los radicales y conservadores, en vigencia desde 1912 la ley Saénz Peña, de voto secreto y representación de las minorías y fundante de la moderna democracia política en la Argentina, debieron comenzar a competir por el consenso de los electores.

"BOROCOTIZACION" EN LOS AÑOS 20. También en aquella época había casos de "borocotización", aunque por esas identidades políticas fuertes a los que se aludía, no eran tan frecuentes ni tan habituales como en la actualidad.
Cuando el caudillo radical de Zárate Luis Guerci se trasvasa al conservadorismo, en aquel tiempo fue un caso resonante que se explicaba porque "le habían hecho una trastada".
De paso, Guerci también es ejemplo de otra práctica: insuflar una huelga o un conflicto social para llevar agua al molino propio. A través de su hermano, que trabajaba en el frigorífico Smithfield, logró incentivar una huelga a un punto de tensión tal que él mismo se propuso como mediador. En el momento crucial de la negociación con la patronal, su moneda de cambio fue que se incoporara al frigorífico una lista de obreros conservadores y que fuera cesanteada una cantidad similar pero de obreros identificados con el radicalismo. Y así se hizo. Guerci logró su propósito político.
MANEJAR INFORMACION. Dirigentes, candidatos y parlamentarios de los orígenes de la política argentina tal como ha perdurado hasta nuestros ya tenían en claro que un fuerte capital político es la información, aún cuando no existiera el Grupo Clarín ni tampoco una ley de radiodifusión. Sólo circulaban los diarios por lo que el uso de la prensa resultaba esencial para el política sagaz que se preciara de tal, como también tener en la provincia de origen personas de absoluta confianza para que le contaran todo, porque una cosa podía ser lo que decían algunos diarios y otra lo que estaba sucediendo y negociándose en verdad.

EL NO RECONOCIMIENTO DEL OTRO. Tampoco resulta ser una novedad que algún líder se crea en propiedad de la verdad y que del otro lado sólo vea opositores ocupados únicamente en conspirar contra sus proyectos y estabilidad. El reconocimiento del "otro" no suele ser, ni mucho menos, una actitud acostumbrada en la vida política argentina. No lo fue cuando el peronismo se definió como movimiento, y en consecuencia asumió el propósito de abarcar toda expresión política y social, ni tampoco cuando Hipólito Yrigoyen consideró que su partido, el radicalismo, el primero en la historia en tener presencia en todo el territorio nacional, no era un partido más sino que lo estimó como una expresión de la Nación misma. Dicho sea de paso, la gestión de Yrigoyen habría de caracterizarse por el poco aprecio de "El Peludo" al Parlamento, al que casi no concurrió.
"También el radicalismo surgió como un movimiento, plebiscitario, vertebrado desde un liderazgo fuerte", comentó Ferrari. Un mal entonces, o un bien (si alguien lo quiere ver así) que perduró hasta hoy, formando parte como tantas prácticas y métodos de una cultura de hacer política que alcanza prácticamente a todos los partidos, sin importar la ideología o los ideales que les dieron origen y permanencia.


CAMPEONES DE LA ETICA. Pero...¿nunca hubo políticos impolutos, campeones de la ética? Ferrari busca y busca en su memoria y conocimientos y parece no resultarle fácil la respuesta.
Aparece al fin Elpidio González, ministro de Guerra de Yrigoyen y vicepresidente con Marcelo Torcuato de Alvear, que fue primero un exponente de aquellos parlamentarios capaces de hacer en la Cámara discursos tan brillantes y encendidos que podían arrastrar voluntades, y luego un caso, curioso al fin, de quien vuelve al llano absoluto, sin que su condición económica hubiera mejorado ostensiblemente tras actuar en la función pública. Es posible que resulte más una diferencia que una similitud el gran nivel de calificación educativa que tenían muchos senadores y diputados de aquella república radical. Sin duda, supone una gran diferencia respecto de hoy reconocer en ese ayer una gran distancia entre la formación de los parlamentarios y la población en general.
¿Y algún político honestísimo, altruísta, que haya dado al menos unos pocos pasitos hacia la santidad? La profesora Ferrari, nuevamente, piensa y piensa. Reconoce en la consigna a Gerónimo Del Barco, creador de numerosas asociaciones benéficas, también de establecimientos educativos, y un gran defensor en el Parlamento argentino de su Córdoba natal y de la legendaria Universidad de su provincia, en la que también fue protagonista.
Tanto fue así que en oportunidad de cumplir Del Barco 60 años, y como homenaje a su trayectoria, todas las entidades inspiradas por él organizaron una colecta a fin de que pudiera comprarse su primera casa.
Es alrededor del comienzo de la década del 20 cuando se afirma la figura del político que vive "de" la política, luego de que en la república restringida, como llama Ferrari al período político precedente, las bancas eran ganadas exclusivamente por los notables que ya tenían preeminencia social, como un hacendado o un banquero.
Eran tiempos que no se hacía política hablando mal de la política porque pertenecer a un partido no era algo vergonzante sino todo lo contrario.

FAMILIAS Y POLITICA. ¿Pertenecer a determinada familia suponía competir con alguna ventaja? Ferrari contesta en este caso con el caso de los Martínez en Córdoba. Los primeros fueron dos hermanos procedentes de Galicia que hicieron dinero a poco de llegar y ocuparon posiciones de poder en las instituciones de la Docta. Luego sus hijos habrían de repartirse entre el radicalismo y el Partido Demócrata de Córdoba (conservador). Los vaivenes políticos no habrían de afectar al conjunto de la familia. Siempre uno de ellos alcanzaría cargos importantes. Un Martínez fue vicepresidente en los años 20, un descendiente del mismo tronco familiar, Víctor Martínez, también alcanzó la vicepresidencia con Raúl Alfonsín.


LA POLITICA COMO GERENCIAMIENTO. ¿Y el político o el parlamentario como gerenciador de determinados intereses? ¿Podía reconocerse ese rol en legisladores de aquel tiempo? El primer nombre que asocia Ferrari es el de Leonardo Pérez Iraola, presidente de la Sociedad Rural Argentina por muchos años, respecto de quien "sería imposible negar que respondía a esos intereses en el ámbito parlamentario". También menciona los casos de los cordobeses Arturo Bas y José Féliz Caferatta, que integraban un pequeño partido confesional. Como desde esta organización no podían influír, desde la Iglesia reciben el mandato de integrarse a partidos que puedan tener poder. De este modo, Bas se incorpora al radicalismo y Caferatta a los demócratas. Luego, ambos, desde uno y otro lugar, saldrán en defensa de las posiciones de la Iglesia en distintos temas.
Otro ejemplo de "gerenciamiento" político a favor de una corporación se dio con el Ejército. Hasta mitad de los años 20 oficiales en actividad podían ser parlamentarios. Fue así hasta que Agustín P. Justo, al frente del arma, dispone la total profesionalización. Hubo militares en actividad en distintas bancadas y hasta debatían entre ellos. Eso sí advertían ya en 1922 que en el caso de que "la patria esté en peligro" no dudarían en ponerse por encima del gobierno.
Léase: golpe de estado. Faltaban ocho años para ese primer golpe, y seis para que Yrigoyen volviera ser electo presidente por un colegio electoral al que, prácticamente no concurrieron los conservadores, vacío político que sería funcional al alzamiento del 6 de setiembre.

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