Cuando la Villa Ortiz Basualdo, sede del Museo Municipal de Arte “Juan Carlos Castagnino”, está próxima a cumplir 100 años -fue construida en 1909-, vale reparar en que esta residencia emblemática de la belle epoque marplatense contiene una arquitectura interior art nouveau, comprendiendo la colección de muebles, que por tratarse de un patrimonio único en el mundo merece el interés de especialistas a nivel internacional.
El art nouveau fue una corriente que en la última década del siglo XIX expresó a través del arte aplicado en utensilios, en la arquitectura, en el mobiliario y en el diseño en general, una reacción ante las consecuencias más negativas de la revolución industrial.
Frente a la repetición fabril y sus secuelas deshumanizantes había que volver a lo manual y personal. El arte debía impregnar la vida entera. Era preciso rediseñarlo todo. Tendencias precursoras del art nouveau nombre que tomó de una tienda de muebles que abrió en ParÌs en 1890 -fueron inspiradas por William Morris y por Ruskin, Èste desde la arquitectura y alentando a que el obrero industrial regresara a la artesanía porque esta actividad habrÌa de liberarlo de
la dependencia capitalista.
Sucedió al revés. Los primeros objetos del art nouveau, por su calidad, por ser concebidos por una creatividad individual, alcanzaron valores que sólo los muy ricos podÌan alcanzar. Y uno de esos muy ricos fue Luis Ortiz Basualdo -en verdad no hay certeza sobre si fue él o algún otro integrante de su familia-, quien residiendo o de paso por París visitó una sucursal de la firma de origen belga Serrurier-Bovy donde quedó fascinado por el estilo de los muebles, nuevo, nunca antes visto por Èl. El arquitecto que lo atendió le sugirió ir a Liejas (la “ciudad ardente”, como la llaman los belgas), para que visitara la villa L`Aube, la residencia del mismo arquitecto Gustave Serrurier, quien terminaba de amueblarla. Hacia allí se dirigió el representante de los Ortiz Basualdo y sin más encargó para la villa de Mar del Plata una réplica de lo que Surrerier habÌa realizado para sí mismo. El visitante formalizó el pedido pero no le importó el precio. Se fue sin preguntarlo y sin saberlo.
La anécdota, demostrativa del grado de opulencia de la aristocracia argentina a principios del XX, y de su opción por Mar del Plata como una villa balnearia a la europea, es referida a LACAPITAL por la arquitecta Graciela Di Iorio, ex directora del Museo Municipal de Arte “Juan Carlos Castagnino” con sede en la Villa Ortiz Basualdo, y reconocida historiadora de la arquitectura de la Universidad Nacional de Mar del Plata.
El diálogo con Di Iorio permite apreciar cómo desde su construcción en 1909 hasta hoy, en torno de la Villa Ortiz Basualdo y su decoración y mobiliario se encadenan historia singulares, si bien todas con el denominado común de la pasión por el arte.
Los muebles -tras una larga travesÌa en barco y carretones- llegaron tiempo después a Mar del Plata. Con los años el arquitecto belga y su firma Serrurier-Bovy, este es el apellido de su esposa, serÌan considerados junto a VÌctor Horta los iniciadores del art nouveau en su paÌs y en toda Europa. Una de sus nietas Jaqueline Delvoye, que llegaría a ser adminisradora del Museo Horta de Bruselas, se dio a la tarea de recuperar las obras artesanales de su admirado abuelo, la mayoría de ellas destruidas durante las dos guerras mundiales. En Copenhague habría de enterarse de que en Mar del Plata una creación suya se mantenía intacta y es así que su participación en una exposición sobre el mueble y la decoración que en ese tiempo, mitad de 1990, habría de realizarse en Buenos Aires, conforme de su visita a la la oportunidad para junto del arte de su abuelo único en el mundo, realizado ochenta años atrás.
Dos personas que han dedicado sus vidas a la conservación del patrimonio cultural de Mar del Plata -en especial el de la memoria histórica y el de la arquitectura- como los arquitectos Roberto Cova y la mencionada Graciela Di Iorio, entonces directora del Museo, fueron los anfitriones en esa visita de Jackqueline Delvoye.
En ese momento -puede decirse- se cerraba un capítulo en la historia del arte de la ciudad, porque como explicara Cova en una nota para el diario LACAPITAL el nombre de Gustavo Serrurier entró en un cono de sombra tras su muerte repentina en noviembre de 1910, tan sólo un año después de haber marcado con su impronta la Villa Ortiz Basualdo en la para él lejanísima y enigmática Mar del Plata.
Recién en 1960 Yacqueline Delvoye y su esposo Robert Soyeur comenzaron a rescatar la obra del artista, cuyo estudio se intensificó diez años más tarde cuando el sacerdote arquitecto Jacques-Gregoire Watelet, investigador del Art Nouveau, tomó contacto con la nieta de Serrourier. Watelet y la arquitecta Di Iorio habrían de unir los esfuerzos de sus estudios en un libro del que comparten la autoría: “Villa Ortiz Basualdo de Mar del Plata y la obra de Serrurier-Bovy”. Refleja el valor patrimonial de esta mansión que hallándose viuda a los 23 años hizo edificar.
En el año 9 se levantaba espigada y solitaria al tope de la loma Stella Maris. “En 1919 el manoir francés quedó transformado en un chalet anglonormando”, señala la arquitecta Di Iorio. Para que soportara mejor los embates del viento -cuando se construyó era la casa más alta en el punto m·s alto del balneario- fue necesario hacerla más robusta. En esta instancia participó como constructor Alula Baldassarini, en esos años personaje de moda en Mar del Plata. Para el final, un interrogante: ¿el “padre” belga del diseño art nouveau viajó con sus creaciones a Mar del Plata? En el libro de Di Iorio y Watelet se lee: “Sin duda, Gustave Serrurier no tuvo nunca la oportunidad de ver la terminación de su obra de Mar del Plata: ninguna huella de un eventual viaje existe en nuestro conocimiento. Sólo queda un recuerdo familiar: el envÌo a la Argentina del encargado, señor Dubois, acompañado de tres obreros. Pero es seguro y únicamente para la primera construcción de 1909, no para la remodelación del 19. Y este dato es llamativo para los especialistas: el art nouveau llega a nuestras costas bien temprano, cuando todavía no ha tenido su apogeo en Europa.
El art nouveau fue una corriente que en la última década del siglo XIX expresó a través del arte aplicado en utensilios, en la arquitectura, en el mobiliario y en el diseño en general, una reacción ante las consecuencias más negativas de la revolución industrial.
Frente a la repetición fabril y sus secuelas deshumanizantes había que volver a lo manual y personal. El arte debía impregnar la vida entera. Era preciso rediseñarlo todo. Tendencias precursoras del art nouveau nombre que tomó de una tienda de muebles que abrió en ParÌs en 1890 -fueron inspiradas por William Morris y por Ruskin, Èste desde la arquitectura y alentando a que el obrero industrial regresara a la artesanía porque esta actividad habrÌa de liberarlo de
la dependencia capitalista.
Sucedió al revés. Los primeros objetos del art nouveau, por su calidad, por ser concebidos por una creatividad individual, alcanzaron valores que sólo los muy ricos podÌan alcanzar. Y uno de esos muy ricos fue Luis Ortiz Basualdo -en verdad no hay certeza sobre si fue él o algún otro integrante de su familia-, quien residiendo o de paso por París visitó una sucursal de la firma de origen belga Serrurier-Bovy donde quedó fascinado por el estilo de los muebles, nuevo, nunca antes visto por Èl. El arquitecto que lo atendió le sugirió ir a Liejas (la “ciudad ardente”, como la llaman los belgas), para que visitara la villa L`Aube, la residencia del mismo arquitecto Gustave Serrurier, quien terminaba de amueblarla. Hacia allí se dirigió el representante de los Ortiz Basualdo y sin más encargó para la villa de Mar del Plata una réplica de lo que Surrerier habÌa realizado para sí mismo. El visitante formalizó el pedido pero no le importó el precio. Se fue sin preguntarlo y sin saberlo.
La anécdota, demostrativa del grado de opulencia de la aristocracia argentina a principios del XX, y de su opción por Mar del Plata como una villa balnearia a la europea, es referida a LACAPITAL por la arquitecta Graciela Di Iorio, ex directora del Museo Municipal de Arte “Juan Carlos Castagnino” con sede en la Villa Ortiz Basualdo, y reconocida historiadora de la arquitectura de la Universidad Nacional de Mar del Plata.
El diálogo con Di Iorio permite apreciar cómo desde su construcción en 1909 hasta hoy, en torno de la Villa Ortiz Basualdo y su decoración y mobiliario se encadenan historia singulares, si bien todas con el denominado común de la pasión por el arte.
Los muebles -tras una larga travesÌa en barco y carretones- llegaron tiempo después a Mar del Plata. Con los años el arquitecto belga y su firma Serrurier-Bovy, este es el apellido de su esposa, serÌan considerados junto a VÌctor Horta los iniciadores del art nouveau en su paÌs y en toda Europa. Una de sus nietas Jaqueline Delvoye, que llegaría a ser adminisradora del Museo Horta de Bruselas, se dio a la tarea de recuperar las obras artesanales de su admirado abuelo, la mayoría de ellas destruidas durante las dos guerras mundiales. En Copenhague habría de enterarse de que en Mar del Plata una creación suya se mantenía intacta y es así que su participación en una exposición sobre el mueble y la decoración que en ese tiempo, mitad de 1990, habría de realizarse en Buenos Aires, conforme de su visita a la la oportunidad para junto del arte de su abuelo único en el mundo, realizado ochenta años atrás.
Dos personas que han dedicado sus vidas a la conservación del patrimonio cultural de Mar del Plata -en especial el de la memoria histórica y el de la arquitectura- como los arquitectos Roberto Cova y la mencionada Graciela Di Iorio, entonces directora del Museo, fueron los anfitriones en esa visita de Jackqueline Delvoye.
En ese momento -puede decirse- se cerraba un capítulo en la historia del arte de la ciudad, porque como explicara Cova en una nota para el diario LACAPITAL el nombre de Gustavo Serrurier entró en un cono de sombra tras su muerte repentina en noviembre de 1910, tan sólo un año después de haber marcado con su impronta la Villa Ortiz Basualdo en la para él lejanísima y enigmática Mar del Plata.
Recién en 1960 Yacqueline Delvoye y su esposo Robert Soyeur comenzaron a rescatar la obra del artista, cuyo estudio se intensificó diez años más tarde cuando el sacerdote arquitecto Jacques-Gregoire Watelet, investigador del Art Nouveau, tomó contacto con la nieta de Serrourier. Watelet y la arquitecta Di Iorio habrían de unir los esfuerzos de sus estudios en un libro del que comparten la autoría: “Villa Ortiz Basualdo de Mar del Plata y la obra de Serrurier-Bovy”. Refleja el valor patrimonial de esta mansión que hallándose viuda a los 23 años hizo edificar.
En el año 9 se levantaba espigada y solitaria al tope de la loma Stella Maris. “En 1919 el manoir francés quedó transformado en un chalet anglonormando”, señala la arquitecta Di Iorio. Para que soportara mejor los embates del viento -cuando se construyó era la casa más alta en el punto m·s alto del balneario- fue necesario hacerla más robusta. En esta instancia participó como constructor Alula Baldassarini, en esos años personaje de moda en Mar del Plata. Para el final, un interrogante: ¿el “padre” belga del diseño art nouveau viajó con sus creaciones a Mar del Plata? En el libro de Di Iorio y Watelet se lee: “Sin duda, Gustave Serrurier no tuvo nunca la oportunidad de ver la terminación de su obra de Mar del Plata: ninguna huella de un eventual viaje existe en nuestro conocimiento. Sólo queda un recuerdo familiar: el envÌo a la Argentina del encargado, señor Dubois, acompañado de tres obreros. Pero es seguro y únicamente para la primera construcción de 1909, no para la remodelación del 19. Y este dato es llamativo para los especialistas: el art nouveau llega a nuestras costas bien temprano, cuando todavía no ha tenido su apogeo en Europa.
1 comentarios:
extraordinario,felicito a la capital,por hacernos conocer la historia,por ejemplo en este caso,de casas emblematicas de nuestra ciudad y sus peculiaridades
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