Un buzo y xeneizes de la Boca en los orígenes de La Perla


La licenciada en Historia del Arte Graciela Zuppa ha rescatado la memoria y así la identidad de un sector como La Perla, con sus playas preferidas por los marplatenses, que fuera quedando algo marginado por una construcción de la historia que parte del saladero y sigue enfocada en las élites que protagonizaron el desarrollo de la Bristol y m·s tarde el gran cambio del Casino y el Hotel Provincial.
Es que allá al otro lado de la Loma Santa Cecilia, tomaba forma una zona con una personalidad diferenciada, que reconoce entre sus pioneros a varias familias italianas, genovesas más precisamente.
Zuppa indagó especialmente en la historia de una de ellas, la de los Carboni, presentándola como el modelo de los inmigrantes que sobre el final del Siglo XIX llegaron a la Argentina con ansias de progreso, y que demostrarían luego el coraje y la creatividad necesarios para vencer toda adversidad y adaptarse a los cambios, o generarlos ellos mismos.

El primer Carboni

Zuppa relata que el primer Carboni llegó a Mar del Plata en el año 1882. Era un xeneize de la Boca, donde trabajaba de buzo. Aquí se lo contrató para la misma actividad. Según una versión con visos de leyenda que se publicó en una Revista de LA CAPITAL en abril de 1984, José Carboni recibió la misión de rescatar de un barco que naufragó al llegar estatuas de santos que había encargado Peralta Ramos en Buenos Aires con destino a la por entonces flamante capilla de Santa Cecilia. No hay certeza de si esa fue la tarea del primer buzo en Mar del Plata, lo cierto es que Carboni, a poco de venir, vio otras posibilidades de trabajo que el lugar ofrecía, especialmente en los veranos. En La Perla (llamada Sección Norte, antes de que el hotel-balneario de Martínez vivo le impusiera su nombre definitivo) Carboni levantó una casilla sobre pilotes para guardar sus elementos de trabajo. Más tarde vivir ahí mismo. Poco a poco convirtió el sitio en balneario. Para entonces había llamado a toda su familia, incluyendo a sus numerosos hermanos. Y, entre todos, llegaron a fundar un hotel en la playa hacia 1888. Era fruto de sacrificios y ahorros. También de haber podido soportar temporales que más de una vez destruían las endebles instalaciones de madera, y cuya amenaza los obligaba a dormir vestidos -tanto a grandes como a chicos- para poder escapar lo más rápido posible ante una emergencia por una creciente del mar o un incendio.
Recién en 1915 los Carboni, haciendo realidad un viejo sueño, construyeron en el barrio, alejándose un poco del mar, su casa de material y por primera vez pudieron separar los lugares de trabajo y de vivienda. Con esfuerzos de este tipo surgieron los balnearios y el mismo barrio La Perla. Nacieron junto al mar, con esas familias humildes que vivían en las mismas casillas sobre pilotes, que apióadas y cada dos viviendas tenían un pasillo que unía la rambla con la calle. Más allá del mar, pocas construcciones, casi todo campo. Apellidos como los Carboni, Giacagglia, Pierini, Marino, Garagnani, Arenas, Eguilar y Basanetti aparecen en una petición de ayuda a la intendencia en noviembre de 1919 que hicieron en su condición de prestadores de servicios con sus concesiones precarias en playa La Perla. Sabían a esa altura de dar atención en los tiempos de “turistas de pies secos”, o de ser “caperos”(sin r), no carperos, por el servicio de proteger con una capa al bañista al entrar y salir del mar, o de ofrecer en sus casillas inmersiones en agua de mar caliente puesta en bañeras.

Zuppa destaca también la ductilidad de esas familias, esa capacidad de aprender y aprovechar las ocasiones. Y detalles coloridos como otra condición distintiva de La Perla: la de ser también en las primeras décadas del XX el paseo que los jóvenes preferían para la noche, después de cenar; una suerte de avenida Constitución o calle Alem, de aquel tiempo.

Pertenencia

En esos años la rambla Bristol ofrecía las máximas posibilidades de ostentación y de lujo. “La Perla fue quedando para los marplatenses porque cuando hicieron el Hotel Bristol, la gente rica se fue para allá”, dijo en su testimonio para Zuppa una descendiente del pionero Carboni. En algún momento los Carboni evaluaron el mudarse más al sur. Pero “los hombres” de la familia decidieron que no. Querían quedarse. Además del cálculo racional y material, ya influía fuerte en ellos un gran afecto por el lugar, un sentimiento de pertenencia. Sería imposible dar cuenta en un solo artículo de la extensión de las indagaciones de la licenciada
Zuppa, quien entre otros ha realizado estudios sobre el desarrollo de las plazas marplatenses y sobre el escenario de la ciudad en las historietas y en la plástica argentinas. Por ahora, baste con señalar -reservándolos para próximas notas- otros dos trabajos suyos que refieren sendas perlas históricas. La primera: en el extremo norte de este sector, sobre la playa, funcionó cerca de 1930 un hotel destinado a mujeres exclusivamente. DependÌa del Club Argentino de Mujeres, y “descubrirlo” le ha permitido a Zuppa analizar la condición social y cultural de las mujeres en los años ´20 y ´30. Desde la escollera de este hotel, Alfonsina Storni se arrojó al mar, según precisa una nota del Diario El Mundo de octubre de 1938, rescatada por la misma Zuppa. La segunda: un megaproyecto de los socialistas en la segunda mitad de los años veinte para La Perla -proponían un complejo turístico en el triángulo norte de la Plaza España conectado a la playa por vía subterránea-, que muestra, aún cuando la iniciativa nunca llegó a concretarse, el interés de aquellas intendencias por el turismo, mientras trataban, con algunos conceptos que parecen de hoy, de modernizar y democratizar una villa balnearia que dejaba de ser destino exclusivo de la aristocracia.

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