El escritor y periodista Rubén Furman se propuso en su reciente libro "Puños y Pistolas" retratar el derrotero dispar que siguieron los miembros de la organización política más importante del "nacionalismo de acción" argentino a mediados del siglo pasado: la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN).
Rodolfo Walsh, Jorge Massetti, Guillermo Patricio Kelly, José Luis de Imaz, Rogelio García Lupo, Dalmiro Sáenz, Carlos Burundarena, Sebastián Borro y Oscar Bidegain, integraron -entre otros- esa fuerza de base juvenil y origen católico que en los años de la Segunda Guerra Mundial marchaban en escuadra por las calles porteñas gritando "muerte" a comunistas, judíos y liberales.
"Hubo matones sinuosos, sindicalistas peronistas, intelectuales católicos y jóvenes que luego abrazaron la causa de la revolución socialista que habían forjado por igual sus primeras armas políticas en la misma organización de la derecha nacionalista", dijo Furman.
El escritor admitió que el origen de su trabajo fue la biografía del autor de "Operación Masacre" escrita por Eduardo Jozami, al constatar el "singular recorrido ideológico de Walsh" y su similitud con el de Jorge Masetti, otro ex aliancista que a comienzos de los sesenta se convirtió en el primer guerrillero del Ché Guevara en Argentina al instalar un "foco" en Salta.
"La idea era dar cuenta del camino de esos hombres, formados en una visión antisemita y anticomunista, y explicar porqué abrazaron luego una izquierda radicalizada. Quise desechar argumentos ramplones como que los extremos se tocan", explicó Furman.
A partir de eso se internó en la historia de la Alianza, fundada en 1937 para reconstruir la fuerza de la Legión Cívica Argentina, la milicia blanca organizada tras el golpe de 1930 por el dictador José Félix Uriburu e impregnada del nacionalismo oligárquico de su antecesora, la Liga Patriótica.
Desde sus inicios, la Alianza proclamó su odio al imperialismo anglosajón y expresó simpatías por el bando "nacional" en la Guerra Civil Española y luego con el Eje, lo que llevó a Walsh a escribir que se había tratado de "la mejor creación del nazismo en la Argentina".
Periodista de larga trayectoria, que actualmente se desempeña en la agencia Télam, Furman entrevistó a antiguos integrantes de la ALN, entre ellos al último fundador vivo, Emilio Gutiérrez Herrero, que a principios de los cuarenta levantó una consigna que presagió al peronismo: "Nación Justa, Poderosa y Neutral".
Otro viejo aliancista como el ya fallecido José Luis de Imaz habló del impulso falangista original, expresado en la "dialéctica de puños y pistolas" que preconizó el fundador de la Falange Española, José Antonio Primo de Rivera, para zanjar disputas ideológicas.
Rogelio García Lupo no sólo rememoró su presencia en la Plaza de Mayo el 17 de octubre de 1945, sino el desencanto de su grupo cuando Perón ratificó la pertenencia de Argentina al sistema interamericano de defensa y el viaje a Cuba luego de la Revolución de 1959, seducidos por un Fidel Castro al que veían como un líder nacionalista formado por jesuitas y "muy parecido a nosotros".
También da cuenta de la influencia que tuvieron sobre Mario Roberto Santucho, jefe y fundador del ERP, ya que dos de sus hermanos mayores militaron en la ALN.
El peronismo convirtió a la organización en una fuerza de choque paraestatal para ganar la calle o amedrentar opositores hasta que la Libertadora demolió su sede a cañonazos y la disolvió, en septiembre de 1955.
Según Gutiérrez Herrero, la Alianza tuvo -luego- dos "refundaciones": una con los jóvenes que se alejaron de Perón por su pelea con la Iglesia y crearon Tacuara en 1954, y otra con los Montoneros, en 1970, cuyo núcleo original se nutrió del mismo caldo de juventud católica.
"La tesis de `Puños y Pistolas` es que cada época tiene un nacionalismo distinto, y así como el de los treinta y cuarenta fue de cuño fascista, el de los sesenta y setenta estuvo marcado por la influencia de la Revolución Cubana, la descolonización en el Tercer Mundo y la Teología de la Liberación gestada tras el Concilio Vaticano II", concluyó Furman.
Rodolfo Walsh, Jorge Massetti, Guillermo Patricio Kelly, José Luis de Imaz, Rogelio García Lupo, Dalmiro Sáenz, Carlos Burundarena, Sebastián Borro y Oscar Bidegain, integraron -entre otros- esa fuerza de base juvenil y origen católico que en los años de la Segunda Guerra Mundial marchaban en escuadra por las calles porteñas gritando "muerte" a comunistas, judíos y liberales.
"Hubo matones sinuosos, sindicalistas peronistas, intelectuales católicos y jóvenes que luego abrazaron la causa de la revolución socialista que habían forjado por igual sus primeras armas políticas en la misma organización de la derecha nacionalista", dijo Furman.
El escritor admitió que el origen de su trabajo fue la biografía del autor de "Operación Masacre" escrita por Eduardo Jozami, al constatar el "singular recorrido ideológico de Walsh" y su similitud con el de Jorge Masetti, otro ex aliancista que a comienzos de los sesenta se convirtió en el primer guerrillero del Ché Guevara en Argentina al instalar un "foco" en Salta.
"La idea era dar cuenta del camino de esos hombres, formados en una visión antisemita y anticomunista, y explicar porqué abrazaron luego una izquierda radicalizada. Quise desechar argumentos ramplones como que los extremos se tocan", explicó Furman.
A partir de eso se internó en la historia de la Alianza, fundada en 1937 para reconstruir la fuerza de la Legión Cívica Argentina, la milicia blanca organizada tras el golpe de 1930 por el dictador José Félix Uriburu e impregnada del nacionalismo oligárquico de su antecesora, la Liga Patriótica.
Desde sus inicios, la Alianza proclamó su odio al imperialismo anglosajón y expresó simpatías por el bando "nacional" en la Guerra Civil Española y luego con el Eje, lo que llevó a Walsh a escribir que se había tratado de "la mejor creación del nazismo en la Argentina".
Periodista de larga trayectoria, que actualmente se desempeña en la agencia Télam, Furman entrevistó a antiguos integrantes de la ALN, entre ellos al último fundador vivo, Emilio Gutiérrez Herrero, que a principios de los cuarenta levantó una consigna que presagió al peronismo: "Nación Justa, Poderosa y Neutral".
Otro viejo aliancista como el ya fallecido José Luis de Imaz habló del impulso falangista original, expresado en la "dialéctica de puños y pistolas" que preconizó el fundador de la Falange Española, José Antonio Primo de Rivera, para zanjar disputas ideológicas.
Rogelio García Lupo no sólo rememoró su presencia en la Plaza de Mayo el 17 de octubre de 1945, sino el desencanto de su grupo cuando Perón ratificó la pertenencia de Argentina al sistema interamericano de defensa y el viaje a Cuba luego de la Revolución de 1959, seducidos por un Fidel Castro al que veían como un líder nacionalista formado por jesuitas y "muy parecido a nosotros".
También da cuenta de la influencia que tuvieron sobre Mario Roberto Santucho, jefe y fundador del ERP, ya que dos de sus hermanos mayores militaron en la ALN.
El peronismo convirtió a la organización en una fuerza de choque paraestatal para ganar la calle o amedrentar opositores hasta que la Libertadora demolió su sede a cañonazos y la disolvió, en septiembre de 1955.
Según Gutiérrez Herrero, la Alianza tuvo -luego- dos "refundaciones": una con los jóvenes que se alejaron de Perón por su pelea con la Iglesia y crearon Tacuara en 1954, y otra con los Montoneros, en 1970, cuyo núcleo original se nutrió del mismo caldo de juventud católica.
"La tesis de `Puños y Pistolas` es que cada época tiene un nacionalismo distinto, y así como el de los treinta y cuarenta fue de cuño fascista, el de los sesenta y setenta estuvo marcado por la influencia de la Revolución Cubana, la descolonización en el Tercer Mundo y la Teología de la Liberación gestada tras el Concilio Vaticano II", concluyó Furman.